lunes, 23 de febrero de 2009

Dime que me amas (Cuento)

¡DIME QUE ME AMAS!


Estaba observando una bonita caja de música donde dos bailarines podrían hacer las delicias de cualquier afortunado. Es más: me estaba imaginando a mi mismo bailando con una hermosa mujer de hermoso talle y gracia de gaviota en un baile de disfraces en el momento en que desvelaba su rostro quitándose la máscara. La música, barroca, quedó detenida. Yo cerré los ojos para mejor recibir el impacto.

Alguien me los cubrió con sus manos, suaves, olorosas, femeninas. Aspiré la agradable sensación de ser juguete y querido por alguien. Intenté adivinar su procedencia:

Por la altura podía ser Julia; por los dedos podría ser Puri; por el olor podría ser Andrea; por el roce de su cabello, Mercedes; por la forma de respirar, Marian; por la forma de apretar María; por la forma de ralentizar la espera, Laura; por la forma de hacerse sentir, Saribia...

Susurrándome al oído y moviendo los dedos como si mis ojos fueran un arpa, exclamó:

- ¡Dime que me amas!

- ¡Te amo! –contesté a ciegas enajenado por su voz, por su olor, por su pelo rizado rozándome, por sus manos, por su frase, por su emoción...

- ¡Dime que me quieres!

- ¡Te quiero!

Y no moví un dedo por no perderme ni una de las sensaciones que me administraba, por no huir de ella.

¿Sería Sara, tan alegre, cariñosa y bulliciosa como siempre? ¡Habían pasado tantos años...! Pero, sí; aquellos eran sus dedos y su piel, sus formas y sus juegos...

¿O sería Lola? ¡Tan cantarina y amante de sorpresas, presentadora de la vida allí donde estuviera!

Pero... aquel olor... aquel olor... aquel perfume... ¡Noelia!

- ¡Dime que me besarás como sabías hacerlo!

- ¡Te besaré como sé hacerlo!

¡Ah! Tenía que ser Carmen, dulce y coqueta, atrevida y despierta en amores, delicada y huidiza, ninfa y nube...

¡Oh, error! Tenía que ser Vanessa, sólo podía ser Vanessa, corazón gigante, manos de agua, voz de golondrina y poema por palabra... ¡Vanessa, mi querida amiga Vanessa!

Mi juguetona amiga retiró sus manos. A través del cristal del escaparate de la tienda - había apretado mis ojos con cierta fuerza- no pude adivinar quién era. Miré la caja de música y esperando una sonrisa infinita, principio de la risa y del grito del Amor, giré sobre mí mismo con mi mejor sonrisa, preparando mi mejor voz, mi más seductor talante y mi más galante proceder, y vi a la más hermosa, etérea, delicada y enamorada... mujer desconocida.

- ¡Perdón! – me dijo con gracia, sonriéndome, sin cambiar el brillo de sus ojos.

Yo la besé como sabía.

- ¡Totalmente perdonada!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Uno de los mejores cuentos de "Otros Ojos, otras miradas" (Que compruebo, a tí también te lo parece).

¿Lo ves? El tema del blog, ya lo tienes pillado, pero el de las letras... ¡Ésas te tienen pillado a ti! :D :D :D

Un abrazo, compañero

¡Ya es tuyo!

Segis

P.D: Oye, me has sorprendido con la web (de eso no me habías contado nada)

J.C. Martínez dijo...

Punto 1: Estoy de acuerdo en lo del cuento.

Punto 2: idem en lo del blog, incluido tema letrero.

Y punto 3: Lo de la web (creo, pero no significa que sea cierto) que hace tiempo te comenté que un amigo-padre de una amiga de mi cría me lo estaba montando.

La verdad es que ha tardado tanto en sacarlo que ya no sabía si saldría. Pero, ¡salió!

En fin: ¿Quién dijo aquello de que no es inteligente quien es inteligente sino quien se rodea de gente inteligente?

Como siempre, ¡gracias por tu ayuda, Segis! Seguiremos las conversaciones. Bueno, mañana pago tú el café.

Good night.

Amelia dijo...

EStoy de acuerdo con que es uno de los mejores cuentos de tu estupendo libro "otros ojos, otras miradas". Una delicia fue leerlo en su día, una delicia recordarlo ahora.

Por cierto, ¡Vaya sorpresa encontrarme con tu blog así de bien, y funcionando!... Es que el maestro se las trae.

Y bueno, he leído algo de una web... voy corriendo a ver de qué va eso.

Un besazo.