Y, SIN EMBARGO, PARECE QUE VE CON CLARIDAD EL CAMINO.
No, no es invidente ni clarividente; pero mira, observa, ve con claridad. No necesita tener los ojos abiertos ni cerrados para reconocer el camino. Posiblemente porque con los ojos abiertos a veces erró; posiblemente porque con los ojos cerrados decidió cuál era la mejor opción.
A lo lejos, puedes confundirla con una mujer blanca de pelo rubio, delgada, de facciones ya marcadas por la edad y la experiencia. A una distancia media, los complementos pueden confundirte y hacerte preguntar qué hace una “piel roja” por estos lares tan lejanos para Manitú. De cerca, te sorprende esa mirada que interroga a cuanto pasa a su lado, ese dejarse llevar por las circunstancias y las conversaciones del camino, ese acercamiento del que ha vivido –vivido- con y entre humanos.
Una vez más, pasé de largo por no desconectar de mis objetivos del Camino, ni de la naturaleza. Una vez más mis acompañantes iniciaron el rito del saludo.
Siempre que ha de darse un acontecimiento, la ocasión aparece y se da. Siempre que ha de darse un paso, el pie, con un simple acto reflejo, lo da.
La primera impresión que me dio fue de alguien que busca, que ha buscado y que sigue buscando en el camino. Luego se le escapó una expresión:
-¡Pura vida!
Más tarde, no pude evitar hacerle una pregunta.
Aún no acepto que cada vez que hacemos una pregunta sabemos la respuesta. Diría más: aún no acepto que las preguntas que hacemos son una invención de nuestra manía de verbalizar para llegar a las conclusiones que anidan en nosotros.
-Quiero hacerte una pregunta, no sé si impertinente, malintencionada o…
-¿Indiscreta? –bromeó ella.
Pero le hice una foto.
-¿Qué haces?
Se rió y cerró los ojos para que la cámara se volviera negra y no la sacase, o, de sacarla, salir en negativo.
-Ja-ja-ja.
Una risa muy diferente a una risa facebook o una risa twenti: clara, abierta, nacida de las entrañas y de la naturaleza.
-¿Por qué “pura vida”?
Y me abrió un poquito el alma.
Todo lo demás lo dibujé yo.
A color.
Laura.