jueves, 17 de junio de 2010

Yuki, una pequeña historia nipona


Yuki
No había nada, absolutamente nada en ella que no denunciase su esencia oriental. Para empezar, y por poner el primer ejemplo, su propio nombre: Yuki.

Su nombre de mujer, Yuki, es a oriental como María a Mediterráneo o Fátima a árabe. Así de sencillo, y de explícito. O como agua es a lago, fuego a incendio o azul a sueños. Pero no divaguemos.

Entró en clase:

-Konnichiwa -saludó Yuki.

-Konnichiwa -contestaron a coro.

De cuerpo menudo y agraciado, con melena corta y negra, casi azabache, cara ovalada occidentalizada, ojos como un rasgado de guitarra, siempre vibrantes, mirada y labios delicados, y voz cantarina.

Esa fue su carta de presentación.

-Oh, sí, me gusta mucho viajar –respondió a la pregunta del profesor.

Y mientras decía tan breve frase la clase la miraba embelesada como si se tratase de un discurso interesante y bien construido.

¿Qué se le había perdido a una nipona aquí, en este lugar, en este país?

-Ji-ji-ji.

Su risa fácil y contagiosa era, fue, otra de sus señas de identidad. Si ya su sonrisa era capaz de amansar a las fieras, su risa las conquistaba. También oriental. No fuerte, ni voluminosa, con la boca abierta –con la a o con la o- como hacemos aquí, en el norte; ni reprimida o desafinada de adolescente incauta. No. Era como si sus labios hicieran de violín y su risa de arco y viento. Lanzando variaciones inesperadas, provocaba la excitación de un público que quería leer las notas en su mirada. Todo un tono femenino de seducción el que llamaba a filas.



La veo riendo y me la imagino coqueteando con dos pendientes de la reina.

-¡Qué bonitos son! ¡Me encantan! –y ríe.

Se sabe hermosa, pero no presume. Lo es. Es. Nada más. No necesita resentirse por ello devaluando la belleza por una coquetería femenina engañosa y vana. Y sin embargo es coqueta, pero con sencillez, con esa gracia femenina que sabe que es propio de su sexo ser coqueta y, por tanto, negarlo sería negarse a ser parte de lo que es.

Yuki.

-Os preguntaréis –les dije- ¿para qué ha venido Yuki con nosotros? “La respuesta está en el tiempo”, -plagié una vieja canción para crear misteriosas expectativas.


Han pasado 9 meses.

Ha habido risas y silencios, suspiros, abrazos, sueños y cambios.

-Yuki, cada día que pasa te pareces más a los nativos de este país –la he reprochado un día al azar.

-¡No, no, no, no, nooo! –ha contestado inmediatamente y toda la clase se ha echado a reír- Yo no puedo ser de aquí. Yo soy japonesa.

Así ha defendido su origen y su circunstancia, que no su nacionalidad. Porque Yuki sabe cuál es su origen. Se siente orgullosa de su madre y de sus antepasados y de la educación recibida en su Tokio querido, a veces añorado, de esa educación que, siendo joven y estando en un mundo occidental entre jóvenes, le permite saber dónde está, saber escuchar, saber entender las diferencias para saber quién es ella y quién es quién. Sabe que ellos le han abierto las puertas a un nuevo mundo, la han hecho diferente donde en su tierra sería común y no puede traicionar esa pequeña diferencia, porque en el resto de las cosas se sabe y se siente igual.



Un día nos enseñó la magia de las palabras breves, de las palabras que rigen su vida y dirigen el alma.
Su presencia inspira la mirada.
Su sonido crea el silencio.
Su imagen incita al habla.
Un día de estos la sorprenderé por la espalda, le taparé los ojos con las manos y le susurraré con voz queda, callada:
-¿Quien soy?
Sólo por escuchar una vez más su risa, un breve silencio… o quién sabe si misteriosas palabras.
Yuki.
Música en el firmamento.

2 comentarios:

Julio dijo...

En niño o en niña, tengo unas cuantas historias similares. Todos los alumnos de mi clase provienen de China, Filipinas, Marruecos y unos cuantos paises americanos como Bolivia, Perú, Paraguay, Colombia, Ecuador... Sólo que estas historias tiernas terminarán convirtiéndose en recuerdos que me acompañarán en los próximos años de jubilación. Me ha encantado el tema, no solamente por la proximidad o coincidencia, sino por la ternura y el cariño con que está escrito.
Salud.

J.C. Martínez dijo...

Hola, Julio: seguro que has experimentado -y tú más, que eres poeta- esa carga poética y delicada de algunas de estas personas que últimamente visitan nuestro país. No es conveniente que sólo lo disfrutemos quienes hemos tenido la suerte de vivir con ellas; así que, ¿por qué no ofrecérseo a los demás, así, resumido, en forma de pequeño cuento?
Me alegra que identifiques la historia.
Un saludo.
J.C.